El dolor es inevitable e intransferible, pero el sufrimiento es opcional

Estoy de acuerdo con esta frase, ya que las circunstancias a las que nos enfrenta la vida nos exponen a vivir determinadas emociones agradables o no, las cuales pueden que nos conecten con la vida o con la nostalgia, la depresión, el dolor.

Si no aprendemos a transitar estas emociones, a duelarlas, se instalan dentro nuestro, se abrojan como garrapatas, y nos hacen sufrir aún más de la cuenta y se cronifican haciendo que no podamos salir de ahí.

Creo que la segunda parte de esta frase es un llamado de atención para que nos demos cuenta de que esa idea de padecer el dolor desde el sufrimiento es impuesto por la cultura, costumbre o religión como una creencia limitante, para que actuemos desde la culpa, la abnegación, el castigo, el resentimiento, el odio, el enojo, y todo lo negativo que no nos permita salir de ahí y resurgir del dolor y de sus cenizas.

Hoy vuelvo a hablar desde mi propia experiencia, desde una experiencia que nunca desee vivir o tener que transitar, un hecho antinatural como es la de perder a mi nieto Sebastián “Sese” o “Sebas” de tan solo 11 meses.

Frente a la tan trágica y terrible noticia, lo primero que nos preguntamos fue ¿qué pasó? ¿Por qué a nosotros? Pero luego, un poco más calmos y desde esta mirada holística, me pregunté ¿para qué nos pasó esto? ¿qué nos viene a enseñar su partida?

En lo personal e inmediato fueron dos motivos muy claros: el perdón y la hermandad. Nos unió más como familia, sentimos el amor, la comprensión, la compasión, el abrazo, apoyo y contención de todos nuestros seres queridos, amigos y conocidos también desconcertados por la noticia.

Supongo que con el tiempo, ya que “perdimos” a Sebas el 18 de mayo del 2023, iremos sintiendo otras cosas y recibiendo más respuestas que nos hagan entender el por qué y el para qué.

También creo que el dolor es intransferible pues nadie puede ponerse en el lugar o en los zapatos del que está pasando por esta o cualquier otra situación.

Mi hijo lo sufre como padre, mi hija como madrina y tía, yo como abuela, los tíos como tíos-abuelos, mi mamá como bisabuela. Todos lo padecemos distinto pero igual en un punto, ya que es un dolor difícil de explicar.

Es un dolor desgarrador, ahogante, tremendo, terrible, llega a la profundidad de las entrañas, cala los huesos, destroza, desarma.

Sebas, cómo le digo yo, y Sese, cómo le dice mi hijo y mi nieta de tan solo 2 años, su hermana, Avita, nos mostró y enseñó el día que lo despedimos, que la vida es más de lo que creemos que es, me demostró que todo lo aprendido a través de esta nueva mirada holística es cierto, que no hay separación entre la vida y la muerte, que los distintos planos existen y que estamos unidos siempre porque somos energía materializada o no.

Al despedir a Sebas mediante una tirada de globos, me entregó su corazón y todo su amor haciendo que ese globo, en lugar de elevarse al cielo, se quedara suspendido en el aire y moviéndose de un lado a otro como buscando a alguien o a algo. De pronto se puso frente a mí, bajó hasta la tierra, hizo como tres saltitos o pasitos y vino hacia mi vientre y corazón.

Lo tomé entre mis brazos y le agradecí semejante señal de amor, de luz, de eternidad y de atemporalidad.

Esto que pasó no fue un sueño, fue real, lo vimos casi todos los que estábamos allí, unos más atentos que otros, cada uno desde su propio sentir.

A los 3 días supe que Sebas ya era un angelito más en el cielo, pues Avita, mi nieta se despertó a la madrugada, miró hacia el techo, se sentó en la cama y le dijo, saludándolo con su manito ¡Chau Sese!, momento en el que el globo también comenzó a desinflarse, llenándome aun más de su amor y de lo poquito y mucho a la vez, vivido y compartido juntos en este plano.

Sebas o Sese no hay un minuto del día en que cada uno de nosotros y de todos nuestros seres queridos no esté pensando en vos, en dejarte ser un angelito aunque te extrañemos horrores.

¡Te amo y extraño y estoy segura de que ya nos volveremos a encontrar!